SOUTH PARK 20 AÑOS DESDE LA crítica social a la victoria de Trump.

De Mike Mejía. August 13 - 2017.

(Este artículo fue publicado primero en DEM) http://deusexmagnifica.com/2017/08/13/south-park-20-anos-desde-la-critica-social-a-la-victoria-de-trump/



Cuando un show comienza siendo unparteaguas en la sátira televisiva en la sátira televisiva y la contra-cultura, y llega a los 20 años después de una larga historia de denuncias, intentos de censura y conformaciones de grupos políticos de derecha, es tiempo de valorar su impacto y, más aún, de señalar sus consecuencias.
Trey Parker y Matt Stone crearon South Park con la intención de generar un ambiente de igualdad social ante la burla. Nadie puede ser inmune al escarnio, y si alguien cree serlo, con más razón lo merece. Eran los años 90 y, al menos para los estadounidenses, una joven clase media blanca acomodada ajena a las injusticias sociales –y a la vez altamente informada y bombardeada de caos y decadencia en televisión–, emergía con la irreverencia que la libertad de expresión le permitía, como respuesta a una sociedad hipócrita y llena de doble-moralismo. Para muchos parecía como si el fin de siglo llegara junto con una cúspide en la obtención de derechos y todo aquel que se alzara con una voz denunciante, era un pseudo-mesías recalcitrante y full of shit, que no busca más que el descargo de consciencia y el reforzamiento de su propio narcisismo. Si algo dejó y sigue dejando claro South Park, es que lo único que odia es a aquel que cree tener la razón.


Bajo esta idea, si antes alguien “tenía la razón” al prohibir que se dijeran groserías en televisión, era buen motivo para romper un record guiness en las peores palabrotas y gestos obscenos; si alguien tenía razón en prevenir el enojo de los terroristas islámicos al censurar una imagen religiosa, era buen motivo para hacer justo lo contrario; si algún grupo vulnerable se sentía inmune a la ridiculización, era la mejor razón para mostrar de la forma más incómoda los defectos o aspectos innobles de tales personas.

Pocas, aunque no poco memorables veces, se tomó postura sólida ante ciertos temas, como la pedofilia o la homofobia en ciertos grupos, pero la rúbrica siempre fue demostrar que la postura liberal y progresista es la más peligrosa cuando es deshonesta, y al menos el ala conservadora es sinceraenen sus ridículas propuestas, teniendo un resquicio de reivindicación para esa América media en la que los episodios de South Park se desenvuelven, esa población redneck denostada por su ignorancia pero no hipócrita en ello.


“Yo estoy mal pero tú eres un mentiroso y eso es peor”, es el mensaje de fondo que Stone y Parker envían. Suena a una posible interpretación a las palabras de Matt Stone “odio a los conservadores pero de verdad odio a los liberales”, que de acuerdo con otras citas en mejor contexto como las reportadas por el NY Times, alude al grupo de pretenciosos farsantes que pueblan Hollywood y que –coincidiendo con lo que dicen los alt-right– han cooptado a Washington. Esos “progres” que han hecho del progresismo una apariencia y un bien de consumo que desvía la atención y maquilla las problemáticas.


Finalmente lo que Matt y Trey siempre han buscado –siendo que dicen no tener afiliación política– es hacer reír de una forma distinta a la mayoría, atacando al inatacable. Ya sea despojando a los ambientalistas de su retórica salva-mundos cuando solo son idiotas drogándose con sus propios pedos, o bien, mostrando cómo son en realidad los niños de 8 años: egoístas, crueles y sin brújula moral que dicen lo que quieren cuando quieren.


Pues bien, toda una generación ha (hemos) crecido bajo la filosofía “relájate, es un chiste” o “no hay a quién defender, todas las posturas políticas son imbéciles extremistas”. Hoy, ser anti-luchador social, es rebelde y cool, ser anti-correctista es ser razonable, y quien diga que South Parknono ha contribuido a ello simplemente no reconoce cuánta risa le dio ver a la virgen María defecar sangre en la cara del Papa.

 Y no es cuestión de retractarnos de nuestras risas o abogar por el regreso a los tabúes del lenguaje, sino de señalar el hecho de que jóvenes blancos y privilegiados desconocen las problemáticas que hoy en día siguen aquejando a muchos sectores –un tema que la misma serie deslizó en un diálogo dicho recientemente por Eric Cartman 

(We’re two privileged, straight white boys who have their laughs about things we never had to deal with

pero cuya sinceridad simplemente no convence debido al personaje que lo dice–. Un hecho comprobado todos los días en todo troll de twitter que ataca a cuanto grupo vulnerable se encuentre solo porque puede.

 La mayoría de las veces no es siquiera gracioso, solo es una auto-complacencia para reforzar una idea de superioridad en alguien que carece de verdadera ironía y solo expresa una profunda intolerancia disfrazada de ecuanimidad.


Los abanderados con el derecho a la libertad de expresión deben saber que los problemas aún existen, y que las pequeñas actitudes de los nacidos privilegiados afectan exponencialmente; que el rechazo a toda ideología bajo el reduccionista argumento del extremismo, la corrección política o la hipocresía,  es perpetuar el statu quo, benigno para un hombre blanco heterosexual, pero insidioso para todo el que no cumple con los rasgos de la jerarquía social; que una broma cimentada en pseudo-argumentos o conceptos mal informados, no es una broma, y no solo no da risa, también es peligrosa.


Charlottesville y la supremacía blanca: un legado y una responsabilidad de los blancos
Quizá no debemos reclamarle a Matt Stone el triunfo de Donald Trump, ni siquiera que su programa sirva de empoderamiento a los neo-nazis, después de todo, cada quien ve en el humor lo que quiere ver y a veces sorprende cómo algunos aludidos como Kanye West reaccionan de forma seria y humilde a la crítica, mientras que otros insalvables se ofenden ante lo evidente. Pero lo realmente necesario es dejar de cobijar el humor como una diversión que se ejerce solo porque se puede, y en todo caso pedir el debido reconocimiento de responsabilidad.

Kyle dice en el episodio Imaginationland III:


¿No han afectado Luke Skywalker o Santa Claus más en vuestras vidas que mucha de la gente “real” de esta habitación? Quiero decir que Jesús, real o no, ha tenido más influencia en el mundo que nosotros. (…)Han cambiado mi modo de actuar en esta Tierra. (…)Pueden ser imaginarios, pero importan más que la mayoría de los que estamos aquí. Y permanecerán después de que nos muramos. Así que, de algún modo… Esas cosas son más reales que cualquiera de nosotros.


Habría que preguntar a Matt o Trey qué tanto creen en sus propios discursos y recurrentes lecciones que (ya cada vez menos) aparecen en el programa. Y si de verdad consideran que lo que pasa en él, no tiene mayores repercusiones.
En las últimas dos temporadas un cambio importante en la narrativa ha incorporado abiertamente el clima político estadounidense a la historia, ya no en un sentido surreal y metafórico como antes, sino con claros traslados de situaciones actuales a la historia, en un intento por no tomar partido en el debate mediante la burla a todos los involucrados. Sin embargo, se ha afirmado que la temporada número 21 rechazará referirse a Donald Trump y el tema político a su alrededor, solo porque ya todos lo hacen y no es gracioso. Después de todo, si no cedieron ante amenazas de muerte de terroristas por mostrar al profeta Mohamed ¿por qué lo harían ante la exigencia de tomar partido en la coyuntura política más importante del siglo pero que involucra problemáticas que para Parker y Stone son ajenas y probablemente no les importan? La lógica es casi cínica: si el chiste lastima, me importa; pero no cuando implica una toma de responsabilidad o incluso el reconocimiento de un error, ya no es gracioso.


Quizás sea mejor verlos deslizarse en el terreno cómodo de la escatología que tropezarse en el sinuoso pantano de la crítica a la justicia social, por mucho que ellos hayan ayudado a empantanarlo.

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